lunes, noviembre 10, 2008


Un triunfo presagiado: Obama Presidente.

Expectativas para Latinoamérica.


Por Augusto Scarella Arce


El holgado triunfo del demócrata y la mayoría obtenida en el Congreso, abren variadas expectativas de cambios y mejoras para la vida de los estadounidenses, que esperamos sean compartidas con los habitantes del llamado “patio trasero” de la poderosa superpotencia.

Una fiesta democrática a decir de espectadores privilegiados de la noche en que Barack Obama resultó electo como el próximo presidente de la nación del norte, durante lo cual la cadena internacional CNN se llevó la admiración mundial por la cobertura –plagada de innovaciones tecnológicas y exactitud prospectiva- marcó el inicio de la transición del poder que culminará el 20 de enero del 2009 con la familia Obama, mascota incluida, habitando la Casa Blanca.

Pero nuestra región continuará expectante. Las únicas luces que el flamante presidente ha entregado respecto de lo que sería su política con Latinoamérica, fueron entregadas en mayo del presente año, ante por la influyente Fundación Cubanoamericana (FNCA), donde Obama expuso ante unos 700 asistentes las directrices de su proyectada política hacia Latinoamérica.

Un lugar destacado en medidas innovadoras, están destinadas a reducir la férrea política restrictiva hacia Cuba, a cuyos ciudadanos prometió autorizar los viajes familiares y el envío de remesas a la isla sin límites: “es hora de dejar a los cubanoamericanos ver a sus madres y padres, sus hermanas y hermanos y permitir que su dinero disminuya la dependencia de los familiares del régimen que ahora dirige Raúl Castro”, señaló.

Por otra parte, destacó la condena y eventuales medidas coercitivas a quienes apoyen la lucha revolucionaria de las FARC: “Trabajaremos con el Gobierno para acabar con el reino de terror de los paramilitares de derecha. Apoyaremos el derecho del pueblo colombiano a perseguir a los terroristas que busquen refugio más allá de sus fronteras”, indicó, sin direccionar su advertencia a algún país en especial.

Para el resto de Latinoamérica, su promesa nacida de la necesidad de “una nueva alianza de las Américas, pues después de ocho años de políticas fracasadas, necesitamos un liderazgo nuevo para el futuro. Por lo tanto, no debe sorprendernos que demagogos como Hugo Chávez hayan logrado aprovecharse de este vacío. Su predecible y, al mismo tiempo, peligrosa mezcla de retórica antiamericana, Gobierno autoritario y diplomacia de chequera, ofrece la misma falsa promesa que las intentadas y fallidas ideologías del pasado”, comentó en parte de su ponencia, lo que sin duda no fue advertido por el régimen chavista que tras la elección, felicitó e instó a la próxima administración Obama a trabajar juntos por los ideales bolivarianos, que contrastan doctrinariamente con los ideales y creencias norteamericanas, lo que nos lleva a augurar una continuación de enfrentamientos diplomáticos entre ambas naciones.

Obama parece tener muy claro que las guerras sostenidas en otros hemisferios por su nación, han descontinuado una relación preponderante con su “patio trasero”, otorgando oportunidades a otras potencias, entre ellas China Irán y Rusia, a ocupar los vacíos de su ausencia y disminuir los tradicionales lazos con Estados Unidos, además de forzar un sentimiento anti norteamericano que a estas alturas es visible claramente, en algunos de los países de la región.

Es esperable que la administración de Obama trate de revertir las tirantes relaciones que posee la superpotencia con algunos países como Bolivia, Venezuela, Ecuador, Perú y Argentina, sin embargo aún no se conoce que lugar y consideraciones poseerá con sus actuales aliados en el continente, aquellos que no producen contratiempos ni impedimentos para un intercambio fluido y conveniente, como es el caso chileno, al cual, el anuncio de una posible revisión de los tratados de libre comercio mantenidos por Estados Unidos con otras naciones, encendieron algunas luces de alerta en la Cancillería y sector exportador.

Asimismo, la nueva administración deberá reorganizar la aplicación de las medidas tendientes a disminuir y ojalá controlar el narcotráfico y el incipiente brote insurgente de la región, lo que sin duda lo hará intentar recomponer las resquebrajadas relaciones con aquellos países que poseen esos flagelos, más siendo Chile un bastión exento de ese tipo de problemáticas, no es aún claro el rol que adoptará la próxima administración pudiendo elegir entre uno de sostenimiento de la condición actual, otro de mayor acercamiento o simplemente seamos receptores de una política regional genérica, con adaptaciones diplomáticamente estéticas, dejando distanciado aquel escenario de unas relaciones demostrativas del reconocimiento de socio estratégico privilegiado que soñamos ser.

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